domingo, 16 de octubre de 2011

EL PRECIO DE SER MÁRTIR

“Donde yo esté estará también el que me sirve” (Jn 12,26). El cristiano corre la misma suerte del señor, incluso hasta la cruz: “Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga” (Mc 8,34).  Es difícil, claro que sí, pero con la gracia de Dios todo es posible y para prueba de esto, se confirma con el testimonio de muchos santos y mártires que han entregado y desgastado sus vidas por amor a Jesús y a su evangelio. « Ellos nos enseñan a interpretar el Evangelio evitando así acomodarlo a la mediocridad y a las desviaciones de la  cultura. Por ejemplo, al ver como estos héroes  aman la Eucaristía, que es la fuente de toda gracia viva, a la Virgen María, que es la primera discípula y gran misionera del mundo y a los pobres, que de ellos es el reino de los cielos, podemos entender hasta dónde puede llegar el amor en un corazón que se abre a la gracia de Dios».

Los mártires de nuestro tiempo, han sido personas hambrientas y sedientas por cumplir la voluntad de Dios, pero hay algo más importante y sublime que esto: San Agustín dice: “Dios tiene hambre, de que nosotros tengamos hambre de Dios” “Dios tiene sed, de que nosotros tengamos sed de Dios”
Muchachos, el único medio para saciar nosotros esa hambre y esa sed de Dios, es “JESUCRISTO” que es el camino, la verdad y la vida.

John Freddy Cuartas.


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