“Donde yo esté estará también el que me sirve” (Jn 12,26). El cristiano corre la misma suerte del señor, incluso hasta la cruz: “Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga” (Mc 8,34). Es difícil, claro que sí, pero con la gracia de Dios todo es posible y para prueba de esto, se confirma con el testimonio de muchos santos y mártires que han entregado y desgastado sus vidas por amor a Jesús y a su evangelio. « Ellos nos enseñan a interpretar el Evangelio evitando así acomodarlo a la mediocridad y a las desviaciones de la cultura. Por ejemplo, al ver como estos héroes aman la Eucaristía, que es la fuente de toda gracia viva, a la Virgen María, que es la primera discípula y gran misionera del mundo y a los pobres, que de ellos es el reino de los cielos, podemos entender hasta dónde puede llegar el amor en un corazón que se abre a la gracia de Dios».
Los mártires de nuestro tiempo, han sido personas hambrientas y sedientas por cumplir la voluntad de Dios, pero hay algo más importante y sublime que esto: San Agustín dice: “Dios tiene hambre, de que nosotros tengamos hambre de Dios” “Dios tiene sed, de que nosotros tengamos sed de Dios”
Muchachos, el único medio para saciar nosotros esa hambre y esa sed de Dios, es “JESUCRISTO” que es el camino, la verdad y la vida.
John Freddy Cuartas.
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